lunes, 27 de mayo de 2013

“Ser, es ser percibido”




Esta imagen que abre esta nueva entrada en este blog se corresponde con la portada de uno de los discos de la banda británica de música Sex Pistols. Iniciadores del movimiento musical punk rock en el Reino Unido y en buena medida en el resto de Europa y el mundo, en el segundo lustro de los años setenta del pasado siglo XX. La banda duró escasamente cuatro años, apenas sabían tocar correctamente los instrumentos musicales que utilizaban, pero en ese tiempo fueron capaces de captar amantes y detractores de su estilo musical (¡todos hablaban de ellos!), además de influir poderosamente con su vestir vanguardista en la moda de sus seguidores: imperdibles, collage de letras y pelos de colores. Y por si fuera poco, abrir un estilo musical influyente que hoy en día sigue con vida. En resumen, con sus claros y oscuros de por medio, en pocos años cumplieron ampliamente con el título de este post: “ser, es ser percibido”.
¿Y a qué viene esto con el mundo del vino (se preguntarán ustedes)? Pues sencillamente a que dicho eslogan debería estar presente en muchas bodegas cuando desean entrar a formar parte del mercado. En este orden de cosas, no vale solamente con cuidar con esmero los viñedos y conseguir óptimas uvas para elaborar vino. Tampoco es suficiente elaborar magníficos vinos para consumo temprano o de guarda. Ambas cosas son sumamente importantes, pero la comercialización de nuestro producto lo es aún más si queremos que el consumidor conozca nuestro vino, y por tanto, estar visible en el mercado. La receta para ello no es fácil de aplicar y cada caso requiere de un análisis concreto. No obstante, sí es importante para todos los casos, tener claro que para estar activamente en el mercado hay que estar presente en cuantos frentes surjan con las posibilidades de que disponga cada uno.

La asistencia a ferias, fiestas locales y regionales, la visita de medios de comunicación a la bodega y los viñedos, el uso de las redes sociales, la colaboración en campañas solidarias (más aún en estos tiempos grises), la presencia en Internet, la cooperación en acciones conjuntas con otras empresas locales del mismo o diferente sector, la búsqueda de alianzas con sectores mediáticos y la participación en eventos corporativos de todo tipo impulsados por el propio sector, son medidas, muchas de ellas muy sencillas de llevar a cabo y con un reducido coste económico.

No obstante, incluso contando con facilidades para participar en la batería de acciones propuestas con anterioridad, muchas veces y lamentablemente, son ignoradas por muchas bodegas que por una razón u otra siguen esperando a “su príncipe azul bajo el portalón de su palacio”. Evidentemente, y menos mal, existe la excepción que incumple esta regla, y en ella está usted, o así querríamos pensar. En conclusión y de entrada, “ser, es ser percibido”. El mercado no espera y hay que ir a por él. Y desde luego ¡es posible ir a por él!

Santi S.



lunes, 20 de mayo de 2013

“Vino y……….. “





El vino tiene que formar parte de la nueva sociedad, debe ser cordial, debemos identificarlo con ella. El vino tiene que acompañar el arte, la cultura, el cine, la música, tiene que acompañar ámbitos que muevan el día a día de la sociedad, los negocios, las relaciones sociales, familiares y porqué no, el deporte. El vino tiene que dinamizarse, evolucionar y en algunas ocasiones llegar a reinventarse.

Las cifras de consumo de los últimos tiempos nos deben poner en “alerta roja”, y como consecuencia de ello debemos actuar y pensar que esto debe ser responsabilidad de todos.

Debemos empezar por elaborar vinos a gusto de todos, ¡no para unos pocos¡ Durante mucho tiempo el mundo del vino ha sido un mundo cerrado, elitista incluso. A la hora de pedir un vino en las diferentes cartas de los restaurantes se nos plantea un auténtico examen de conocimientos al respecto y la opción más simple es el precio ó la recomendación. Se deben empezar a simplificar las tareas a la hora de poner los vinos a disposición de los consumidores, del público en general, desde los veinteañeros hasta los sesentones, poner el máximo de herramientas a su alcance: vino x copas; vinos x descorche; vinos x elaboraciones; vinos x Denominaciones de Origen; vinos x notas de cata.

En definitiva, debemos huir del consumo tradicional asociado a un servicio de descorche, decantación, cata de temperatura, etc., porque esto aleja a los nuevos consumidores que quieren disfrutar de un vino, en primera instancia, por el deleite del placer mismo de probarlo, descubrirlo y posteriormente…. ¡ya se engancharán! a seguir descubriendo lo que envuelve la copa de vino y todo lo que del mismo podemos aprender.

Por lo tanto, el vino y … -podemos rellenar estos puntos suspensivos con lo que queramos añadir, cabe todo lo que se te pueda ocurrir- ¡ATRÉVETE!

lunes, 13 de mayo de 2013

¿Por qué ellas prefieren rosados o blancos?





Oímos y volvemos a oír, incluso apoyados por estudios de mercados de la preferencia de las mujeres hacia los vinos blancos y rosados. Esa tendencia se debe contemplar desde una perspectiva de aproximación o acercamiento de la mujer al mundo del vino, pero engloba otras consideraciones como: el ser joven, independiente, capaz de valorar y manifestar criterios propios.

Cuando nos iniciamos en la  cata de vinos, hay que destacar, que en esos cursos la presencia de la mujer es mayoritaria, ahí queda el dato. Empezamos con blancos y rosados, esto tiene un motivo, los vinos tintos presentan una dificultad: el amargor, característicos de estos, y es por ello que empezamos descubriendo los vinos blancos y rosados por ser ligeros. Pero claro, este tipo de proceder despierta una sutileza que los enólogos, profesores de cata y comerciales, han aprovechado con bastante habilidad. ¿Qué tal si ofrecemos al género femenino la gama más “light” de nuestros productos? Y vamos, que nos podrían decir, que el consumo de blancos y rosados, eliminan esa celulitis que acampa a sus anchas, en la parte superior de nuestras piernas, porque poseen  una sustancia o propiedad, de las que carecen los tintos, y ahí está, sí, ahí está, la explicación de porque usted, mujer, consume vinos blancos y rosados. Pero no, no nos engañemos, el motivo de que nos los asocien, es que son vinos ligeros, frescos y por tanto más fáciles de beber.

Dejar claro, que muchas veces las mujeres no somos ligeras ni frescas, ni nuestras papilas flipan con los ácidos ni nos vuelven locas las sensaciones dulces, o no menos, que a cualquier otro mortal, que no esté acostumbrado a valorar las sensaciones amargas y astringentes, características de los vinos tintos. No obstante, esa preferencia, que la hay, tiene que ver más con el inicio o acercamiento al mundo del vino, que a una cuestión de género. Vendrán más mujeres capaces de valorar vinos con cuerpo y complejos, capaces de valorar el bouquet de los vinos nobles, porque en un mundo mayoritariamente de hombres la mujer triunfa. Por favor, en definitiva habrá que tener cuidado con las etiquetas.

lunes, 6 de mayo de 2013

Las etiquetas: carta de presentación del vino



 
Legibilidad, sencillez y proporciones armónicas facilitan la comunicación


En pocos segundos el vino se la juega en el lineal del supermercado. El consumidor no dedica mucho tiempo a “estudiar” las etiquetas. O bien ya sabe lo que quiere y busca la marca que tiene memorizada o decide en poco tiempo cuál llevarse sin que pueda probar el producto en sí. Por lo tanto, es la presentación: botella + etiquetado + cápsula lo único que le puede comunicar algo sobre cómo será este vino Y en este conjunto la etiqueta es el pilar fundamental. Desde el “¡Qué bonito! – Me lo llevo” hasta “Tiene pinta de ser un vino malo” cabe de todo y no son pocos los que compran vinos por primera vez por “la pinta” que tienen. Hay etiquetas que funcionan y otras que no.

¿Qué hace que una etiqueta funcione? Induce al consumidor a la compra. Lo que nos hace llevar esta botella -y no la otra- tiene más relación con la curiosidad que despierta el diseño de la etiqueta en nosotros. Esto es mucho más importante que la información que por ley debe figurar en la etiqueta: el origen, el embotellador, el volumen del envase, el grado alcohólico, el lote, etc.

La estética de la etiqueta se debe apreciar en poco tiempo, la legibilidad de la marca debe aguantar distancias superiores a los 50 centímetros, debe convivir con iluminaciones muy diversas (peligro de reflejos en letras doradas, etc.), el estilo elegido comunica el tipo de vino que es, los colores deben compatibilizarse con los del vino y de la botella, y un largo etc. No es posible emitir una receta sobre cómo ha de ser una etiqueta que funcione, pero sí es posible indicar algunos errores (no tan infrecuentes) que la convierten en un lastre.

Si en las tiendas las botellas forman hileras de metros y metros de vinos distintos, es necesario destacar de alguna forma a primera vista. Como se sabe del arte de ligar, llamar la atención no es necesariamente algo limitado a la elegancia y el atrevimiento juega un papel importante. Ya luego se matizará el mensaje convenientemente, pero el baile se inicia con un “aquí estoy yo”. Por lo tanto, un error garrafal es una etiqueta aburrida que deja a todo el mundo indiferente, una más de tantas.

Otro de los problemas habituales es la incongruencia del diseño. Mezclas de tipos de letra incompatibles, proporciones desequilibradas que rompen sin querer la regla de la proporción aurea, colores y contrastes que reducen la legibilidad y sobrecargar la etiqueta de adornos, son algunos ejemplos de lo que puede pasar. Y claro, también puede haber etiquetas muy bonitas que luego no son respaldadas por el vino; bien porque la etiqueta promete solera y recorrido temporal (mientras que el vino es un joven peleón), bien porque toda la frescura moderna que emite la etiqueta se convierte en el roble de siempre. Así que el diseñador debería probar el vino, cosa que no siempre ocurre.